Es un hecho
demostrable que las personas que manejan adecuadamente los recursos
lingüísticos tienen un buen tramo andado en el camino de la comunicación.
Del mismo
modo que dominar varios idiomas suele sumar puntos en la carta de presentación,
no es menos importante moverse con soltura en los laberintos del que nos
resulta propio dado que, en la mayoría de los casos, es el que utilizamos para
afrontar las diversas situaciones de nuestra rutina diaria.

Hablar con
propiedad no puede estar reñido
con la economía verbal.
Es cierto
El lenguaje
de los sms, el de los mails, el whatsapp; el hecho de que hayamos perdido el
hábito de desarrollar largas misivas para decirnos lo que ahora resumimos en unas
pocas palabras no puede contraponerse a la necesidad de conocer y controlar el
idioma de modo que los errores gramaticales y las faltas de ortografía y
expresión no nos pongan en evidencia frente a lectores u oyentes avezados.
El buen
orador sabe simultanear los términos; encuentra sinónimos para describir
realidades semejantes, sustituye en la oración aquellas partes que le interesan
y conoce los distintos contextos en que ha de moverse, adaptando su discurso a
cada interlocutor y situación.
Porque el
buen orador se apoya en un vocabulario abundante, rico en usos y modismos.
Una
educación que soslaya el uso correcto de la lengua no es una educación apropiada.
Hemos de partir del origen si pretendemos educar en cultura.
Reivindiquemos
la importancia del lenguaje.
Luchemos
por la excelencia en la palabra.
Es justo y
necesario.
DONAIRE GALANTE