La noche en que me disfracé de
angelito no tuve tanta suerte como esperaba. Tú me habías advertido que aquel
atuendo no casaba con mi personalidad. Pero ya sabes lo terco que soy, y cuando
algo se me mete en la cabeza no hay dios que me impida llevarlo a término.
Como
aquella vez que trepé hasta tu cama envuelto en una piel de león, y a punto
estuve de devorarte, y después me puse el traje de curandero para sanarte las
heridas que el león te había infligido a base de zarpazos y dentelladas.
Tú
llorabas y suplicabas que te dejara ir, así que tuve que desprenderme de la
ropa para recordarte que no podía ser, porque soy tu marido.

Y, mira que, por darte el gusto, me coloqué la túnica y las alitas. Pero cuando me asomé a la ventana sentí la violencia del viento que me empujaba, arrojando mi cuerpo al vacío hasta dar con los huesos en el asfalto. Tú estabas en la ventana y sonreías.
Insisto, tienes pendiente decirme cómo conseguir tu llibro
ResponderEliminarUn beso
En cuanto activen el digital te aviso para que te lo descargues. Muchas gracias por preocuparte. Un abrazo
ResponderEliminarSugerente y simpático.
ResponderEliminarUn abrazo