En casa de la abuela había una de esas librerías de
biblioteca antigua que destilan maneras misteriosas.
A pesar de contar entre
sus estantes con polvorientos libros y volúmenes descatalogados de incalculable
valor, acumulaba también ejemplares novedosos adornados con portadas coloridas
y rellenos de cientos de hojas de excepcional blancura.
Tenía
la librería un olor incomparable, a rancio y madera de pino, que inundaba la
sala durante todo el día, y en una de sus esquinas superiores escondía una
extraña inscripción a la que resultaba imposible acceder sin la ayuda de alguna
escalera de mano.
La
abuela se había encargado de mantenerlas todas lejos de nuestra vista. A salvo
quedaban también las novelas de Julio Verne, con las que solía fantasear sobre
su identidad, y que descansaban sobre la balda superior.
Una
tarde, sin embargo, alguien dejó olvidado un taburete cerca de la librería y no
tardamos en abalanzarnos sobre él para comprobar con nuestros propios ojos que
el grabado hacía alusión a un suculento tesoro escondido en la famosa y distante
isla de Cantamás.
Desde
aquel día concentramos nuestras energías en organizar una expedición a la isla,
capitaneados por la abuela y cargados con algunos de aquellos ejemplares de la
librería que hacían alusión a viajes extremadamente peligrosos o a las
aventuras más arriesgadas emprendidas por jóvenes curiosos e intrépidos.
DONAIRE GALANTE
Hola Donaire.
ResponderEliminarMe has recordado que en anterior piso de mis padres se quedo la colección de libros de Julio Verne y nunca les he preguntado que ha sido de ella... quizás esté en una biblioteca, en unatienda hde libros, en un viejo armario fuera de la vista de los curiosos... que cantidad de aventuras hay en esas páginas!
Un abrazo
Tremendas aventuras, ya lo creo. Pues donde quiera que estén, les deseamos que por muchos años más deleiten a los lectores que se aproximen a descubrir las maravillas que encierran.
Eliminarabrazos, compañero.
El abuelo seré yo, lego a mis descendientes una estantería llena de mil sueños
ResponderEliminarUn abrazo
Bonito legado, inmejorable regalo para tu prole.
EliminarUn abrazo, o dos si gustas.
Un taburete, un libro escondido...y una abuela capitaneando una expedición a una isla mágica...Díselo a Google, lo vuelves loco. Por esa falta de imaginación.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues en nuestra comunidad bloguera seguro q encuentra más de una idea. Abrazos
EliminarQue bueno es reencontrarse con libros de nuestra infancia. Hace poco me encontrè con LE PETIT PRINCE...un fuerte saludo
ResponderEliminarfus
Maravillosos reencuentros, Fus.
EliminarSaludos, y gracias por pasar.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAhora con tanto tecnología desaparecerán la librerías de antaño, que parece que todas la abuelas tenían ¿verdad? Por desgracia, desde mi punto de vista, sé que para algunos no es importante pero nuestros nietos, solo encontrarán en un cajón olvidado un solitario, inoloro, insignificante y frío pendrive lleno de libros electrónicos. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste, Allan. Estás invitado a mi blog siempre que gustes. Un saludo.
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