Tratar de negarlo es inútil. Existe un affaire
entre el mar y yo. Supongo que lo he sabido desde siempre: estamos ligados por
espíritu. Y, aunque procuro alejarme de tanto en tanto para olvidarlo, es una
relación que se aviva con cada reencuentro.
Lo quiero por las cosas que me hace sentir, por el
sonido de su voz, que es el de las olas que acarician la playa. Por el sabor
salado de su piel que se enreda con la mía en cada abrazo que el mar me regala
cuando camino mar adentro, con destino a su corazón. Lo quiero porque
representa la paz, la quietud. Porque me reconcilia con lo bueno y lo malo de
la vida, y es fresco y cálido a la vez y porque refleja el beso del sol y la
sonrisa pícara de la luna. Incluso cuando está bravío amo la furia de sus aguas
revueltas, cargadas de pasión.
El mar es un soñador. Y un contador de historias.
Vivir junto a él es una permanente aventura. Conserva recuerdos por docenas.
Encierra relatos de piratas, de míticas criaturas, hermosas como piedras
preciosas, y batallas capitaneadas por valientes.
Cuando el tiempo me separe de él aún conservaré su
olor durante días. Como el de uno de esos amantes que dejan sobre la piel su
huella indeleble. Ilusión de libertad que la rutina terminará por arrebatarme.
Como cada vez.
El mar y el cielo, amor infinito... Un abrazo.
ResponderEliminarUf, yo soy de montaña, no conocí el mar hasta los 18 años y no me causó ninguna admiración, desde entonces lo visito pero intentando que sea lo menos posible, pero el destino te juega malas pasadas, me casé con una apasionada del mar que me arrastra en las vacaciones a ese lugar donde la sombra es una quimera y el frescor es una entelequia, cuando vuelvo a la sierra madrileña me desquito.
ResponderEliminarUn beso
El mar, su abrazo y los susurros... me identifico totalmente contigo. Antes me gustaba fundirme con él; ahora me basta
ResponderEliminarmirarlo, olerlo, imaginar a su través...
Saludos cordiales