“Los
nativos no tardaron en aparecer. Ordenadamente, se distribuyeron formando dos
triángulos concéntricos en un descampado y en el centro situaron una tienda de
campaña decorada con dibujos de vivos colores. Extrañamente, no la fijaron al
suelo. Mientras tanto, un grupo de músicos ricamente ataviado fue tomando
posiciones junto a la formación de indígenas y comenzó a golpear de forma
rítmica sus tambores.
La señora Margaret A. Bevan estaba atónita. Había viajado a Canadá en 1939 para presenciar aquella ceremonia, y había obtenido el permiso para seguirla desde el triángulo interior. Lo que no hubiera podido imaginarse nunca es que aquella tienda iba a comenzar a temblar y a elevarse sobre el suelo. Primero ascendió unos cuatro metros de altura, para luego descender y retornar a su posición inicial. Pero al acelerarse el ritmo de los tambores, la tienda volvió a perder peso y a ascender. Al descubierto quedó una pequeña hoguera que desprendía un olor aromático similar al incienso.
La señora Margaret A. Bevan estaba atónita. Había viajado a Canadá en 1939 para presenciar aquella ceremonia, y había obtenido el permiso para seguirla desde el triángulo interior. Lo que no hubiera podido imaginarse nunca es que aquella tienda iba a comenzar a temblar y a elevarse sobre el suelo. Primero ascendió unos cuatro metros de altura, para luego descender y retornar a su posición inicial. Pero al acelerarse el ritmo de los tambores, la tienda volvió a perder peso y a ascender. Al descubierto quedó una pequeña hoguera que desprendía un olor aromático similar al incienso.
Y no acabó ahí
todo. La señora Bevan observó también cómo los músicos cambiaron repentinamente
de ritmo. Al extenderse el nuevo sonido por la planicie, la tienda voló por
tercera vez, aunque sobre el suelo se hizo visible la silueta brumosa de un
indio atlético vestido con ropajes blancos. ¿Un espíritu? Cuando la tienda
descendió por última vez, aquella imagen se esfumó...”.
Este
bello relato fue publicado por la revista británica Psychic News en septiembre de
1939, y constituye una muestra de cómo la música ejerce un poder fascinante
sobre el hombre y sobre el universo que lo rodea. Podemos encontrar montones de
ejemplos más en nuestra Historia, incluidos en relatos de viajeros, en libros
de ocultismo, o escondidos en las leyendas de nuestros pueblos. Cantos mágicos
que ayudan a trasladar enormes rocas y a levantar templos, estatuas o
pirámides; ritos envueltos en notas musicales que logran alterar la
acción de la Naturaleza o sanar enfermedades.
Ya en la Antigua Grecia se
defendía esta relación de dependencia y hoy día está demostrado que,
efectivamente, el sonido es capaz de modificar la materia.
DONAIRE GALANTE
No tengo oído, lo reconozco, además me quedé anclado en mi juventud, Simon & Garfunkel, Cat Stevens y poco más, no me llena ni la música ni el baile, quizás porque la lectura no me deja tiempo. Un beso
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