jueves, 4 de septiembre de 2014

LA MAGIA DE LA MÚSICA


“Los nativos no tardaron en aparecer. Ordenadamente, se distribuyeron formando dos triángulos concéntricos en un descampado y en el centro situaron una tienda de campaña decorada con dibujos de vivos colores. Extrañamente, no la fijaron al suelo. Mientras tanto, un grupo de músicos ricamente ataviado fue tomando posiciones junto a la formación de indígenas y comenzó a golpear de forma rítmica sus tambores.

La señora Margaret A. Bevan estaba atónita. Había viajado a Canadá en 1939 para presenciar aquella ceremonia, y había obtenido el permiso para seguirla desde el triángulo interior. Lo que no hubiera podido imaginarse nunca es que aquella tienda iba a comenzar a temblar y a elevarse sobre el suelo. Primero ascendió unos cuatro metros de altura, para luego descender y retornar a su posición inicial. Pero al acelerarse el ritmo de los tambores, la tienda volvió a perder peso y a ascender. Al descubierto quedó una pequeña hoguera que desprendía un olor aromático similar al incienso.

Y no acabó ahí todo. La señora Bevan observó también cómo los músicos cambiaron repentinamente de ritmo. Al extenderse el nuevo sonido por la planicie, la tienda voló por tercera vez, aunque sobre el suelo se hizo visible la silueta brumosa de un indio atlético vestido con ropajes blancos. ¿Un espíritu? Cuando la tienda descendió por última vez, aquella imagen se esfumó...”.

Este bello relato fue publicado por la revista británica Psychic News en septiembre de 1939, y constituye una muestra de cómo la música ejerce un poder fascinante sobre el hombre y sobre el universo que lo rodea. Podemos encontrar montones de ejemplos más en nuestra Historia, incluidos en relatos de viajeros, en libros de ocultismo, o escondidos en las leyendas de nuestros pueblos. Cantos mágicos que ayudan a trasladar enormes rocas y a levantar templos, estatuas o pirámides; ritos envueltos en notas musicales que logran alterar la acción de la Naturaleza o sanar enfermedades.

 Qué parte de verdad y de leyenda existe en nuestra tradición no constituye obstáculo a una realidad que está por encima de todo cuestionamiento: música y espiritualidad se encuentran inexorablemente unidas.
Ya en la Antigua Grecia se defendía esta relación de dependencia y hoy día está demostrado que, efectivamente, el sonido es capaz de modificar la materia.
DONAIRE GALANTE

1 comentario:

  1. No tengo oído, lo reconozco, además me quedé anclado en mi juventud, Simon & Garfunkel, Cat Stevens y poco más, no me llena ni la música ni el baile, quizás porque la lectura no me deja tiempo. Un beso

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